En estos dias estuve leyendo a galeano, gracias a mi amiga Andina que paro unos dias en baires (Ana, ustedes los porteños no prenden la calefaccion en las casas!! - y ella que viene de la patagonia...-) y, gracias a la susodicha, que , al igual que yo, tiene la costumbre de revisar las bibliotecas de sus anfitriones (que hay mejor que eso?? ) me encontró escondido "El libro de los abrazos", de Galeano. Aun con sus páginas amarillentas, y robado de quien sabe que biblioteca de algun primo o tia, desde que quedo arriba de la mesa no pare de leerlo, y cada relato despierta en mí una sonrisa. Tal vez a modo de despedida, o de nostalgia anticipada por mi querida pero extremadamente humeda Buenos Aires, decidi copiar al maestro y citar sus cronicas de mi ciudad, aunque admito que todas las crónicas de las diferentes ciudades latinoamericanas que cita, y a las que tuve la oportunidad de conocer, no tienen nada de erroneo, y me dibujan una sonrisa al leerlas. Este sera su libro de los abrazos, pero de algo estoy segura, Buenos Aires es la ciudad de los encuentros con abrazos, a pesar de sus 13 o mas millones de almitas... El mundo es un pañuelo!! y en buenos aires tienen uno de esos lindos y bordaditos por las abuelas...
Disfruten!!!
"Crónica de la ciudad de Buenos Aires
A mediados de 1984, viajé al río de la Plata.
Hacía once años que faltaba de Montevideo; hacía ocho años que faltaba de Buenos Aires. De Montevideo me había marchado porque no me gusta estar preso; de Buenos Aires, porque no me gusta estar muerto. Pero ya en 1984 la dictadura militar argentina se había ido, dejando a su paso un imborrable rastro de sangre y mugre, y la dictadura militar uruguaya se estaba yendo.
Yo acababa de llegar a Buenos Aires. No había avisado a los amigos. Quería que los encuentros ocurrieran sin hacerlos.
Un periodista de la televisión holandesa, que me había acompañado en el viaje, me estaba entrevistando frente a la puerta de la que había sido mi casa. El periodista me preguntó qué se había hecho de un cuadro que yo tenía en mi casa, la pintura de un puerto para llegar y no para marcharse, un puerto para decir hola y no adiós, y yo empecé a contestarle con la mirada clavada en el ojo rojo de la cámara. Le dije que no sabía adónde había ido a parar ese cuadro, ni adónde había ido a para su autor, el negro Emilio, Emilio Casablanca: el cuadro y Emilio se me habían perdido en la niebla, como tantas otras gentes y cosas tragadas por aquellos años de terror y lejanía.
Mientras yo hablaba, advertí que una sombra venía caminando por detrás de la cámara y se quedaba a un costado, esperando. Cuando terminé, y el ojo rojo de la cámara se apagó, moví la cabeza y lo vi. En aquella ciudad de trece millones de habitantes, el negro Emilio había llegado hasta esa esquina, por pura casualidad, o como se llame eso, y estaba en aquel preciso lugar en el instante preciso. Nos abrazamos bailando, y después de mucho abrazo Emilio me contó que hacía dos semanas que venía soñando que yo volvía, noche tras noche, y que ahora no lo podía creer.
Y no lo creyó. Esa noche me llamó por teléfono al hotel y me preguntó si yo no era sueño o borrachera."
Eduardo Galeano, El libro de los abrazos